martes, 19 de junio de 2012

Marilyn Duarte, creadora visual.

















Increíblemente, todo ser humano es un perpetuo dibujante, pero pocos lo
saben. Ese minucioso dibujo que cada persona traza es realizado con nuestros
movimientos y comienza con los primeros pasos en la infancia. La acción
de desplazarse en diferentes direcciones a lo largo de la vida conforma un
dibujo abstracto e invisible que desemboca en lo que al final denominamos
destino. La fortuna estética de esa obra individual solo puede contemplarse
situándonos en un plano del tiempo y el espacio inaccesible por el
momento para la mayoría. Alguna vez J.L. Borges especuló que ese posible
dibujo podría ser el rostro del ser amado. Un sucedáneo de aquel dibujo
corporal sintetizado en el tiempo musical es la danza, que traza en el espacio
formas de una belleza luminosa y etérea. Quizá la contemplación de la
danza nos conmueve (a veces hasta el éxtasis o la epifanía) no sólo por su
obvia belleza, sino por su semejanza con el vuelo, por su desprendimiento
de lo terrenal, por su proximidad con el tránsito hacía lo inmaterial. Los dibujos
y pinturas de Marilyn Duarte son símbolos de ese arrobamiento estético
que conjugan la gracia del movimiento, la armonía de la música, la poesía
que acontece en el espacio de la danza y se repite redimensionado en el
espacio pictórico y en el virtuosismo de la artista como una suerte de metalenguaje.
Las bailarinas de Marilyn reposan o se preparan, danzan o vuelan
como las mariposas (psique) que las acompañan mientras tejen su coreografía
–destino en el espacio del arte.
Mariano Esquivel
Bogotá, Noviembre de 2011